La vida va haciéndose un cúmulo de situaciones en ocasiones algo tolerantes o poco tolerantes, otras veces llena de alegría y así como de amargas tristezas que distraen nuestra mente de aquellos anhelos por los que con tanto esmero hemos trabajado; lo que si es cierto es que cada una de esas experiencias de nuestra vida van definiendo el concepto de verdad que cada uno tiene inscrito en sí mismo.
Lo amplio de la verdad resuena en lo profundo de nuestro ser y muchas veces llega a convertirnos en una gran campana vacía, que para lo único que sirve es para hacer eco del ruido que se encuentra a nuestro alrededor, sin tener la mas mínima oportunidad de resonar por mis propios medios y hacer ver a este mundo que más que una existencia fría y sin sentido, lo que hay en mí es un profundo afán no por sobresalir de entre los demás por vana soberbia sino, por un profundo afán de compartirle a este mundo todo aquello que me hace ser quien soy para un bien mayor, y que define mi verdad particular.
La capacidad de mirar sólo nace de un profundo conocimiento de mi yo espiritual, de ese yo que es capaz de contemplar la hermosura del ser sin tener que utilizar los ojos; capacidad misma que no es aprendida en los libros, revistas, charlas o documentales en televisión, sino que se aprende desde un profundo silencio que nace sólo cuando el corazón del hombre es capaz de hacer un alto para replantearse a dónde ir ahora.
Mírame pues si ahora estoy aquí contigo, es sólo porque tengo mi amor entero esperando para entrar en tu vida, a mi me amó mi Maestro antes que nadie, es ahora mi momento de amarte tal cual eres; la decisión de sentir ese amor ahora te toca a ti. Mi maestro: Cristo, me enseño que sólo el amor verdadero es aquel que lo espera todo y lo sufre todo, no te quedes en esas peculiaridades del amor tan difíciles de afrontar lánzate ahora a amar, pues sólo a través del amor podrás responder cuando yo te diga: Mírame...
No hay comentarios:
Publicar un comentario