Parte 3:
La Fe desde los ojos de María
Día 8: Y a Ti una espada te atravesará el corazón
Lucas 2, 34-35: “Simeón los bendijo y dijo a María, su Madre:
Mira, que este niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección.
Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras que a ti misma una
espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los
pensamientos íntimos de los hombres”.
Hablar de fe por si solo conlleva
un gran esfuerzo, pues si bien es cierto la fe, como para Job, puede
representar aceptar lo que ante el mundo parezca tortuoso, como un medio y un
camino para purificarnos en el amor y en el fragor de las pruebas en las cuales
podemos ver con más claridad a Dios ya que aún la Fe más pequeña del mundo en
un momento de prueba es capaz de ver a Dios en la dificultad.
Pero ahora bien, imaginemos el
gozo de María o de una madre; de presentar en el templo ante Dios, a su
primogénito a ese en el cual vemos la nuestra esperanza y sueños futuros
reflejados, y que de pronto encontremos a un Simeón que glorifica a Dios por
permitirle ver al Salvador, pero que a la vez le recuerda a María lo profundo
del dolor que le espera.
Puede sonar desconcertante pero a
la vez nos recuerda que a Dios no se le da el corazón por trozos, sino que le
da por completo. Aquella María por un instante pudo pensar en aquel momento y
¿quién va cuidar de mi cuando, este Jesús, Mi Hijo, no vaya a estar? Pero en
María se cumple toda promesa hecha de Dios para con su pueblo, al no
desampararlos. María pudo haberse entristecido, pero recordaba aquel salmo 23
que dice: Irán conmigo la dicha y tu favor mientras dura mi vida, mi mansión
será la casa se del Señor por largos, largos días; pues desde el Sí que
hablamos ayer hasta en el aceptar la premisa de Simeón, ahí en lo profundo lo
que sostenía a María era el pacto de amor que había ya hecho con Dios por medio
de su Ángel.
Dice en otro texto: “y guardaba todas estas cosas en su corazón”;
pero ¿qué guardaba? ¿Tristeza? ¿Angustias o impotencias al no poder salvar a su
hijo de la muerte? ¡Pues no! Ya que al María declararse esclava del Señor, por
amor, con esto se pone a merced del infinito amor de Dios Padre que no abandona
a sus hijos a la muerte, sino que los prepara para revestirlos de su amor
infinito. María ante la premisa del sufrimiento, no se quedó en la
desesperanza; sino que se preparó desde la humildad de su ser a aferrarse con
mayor fuerza a Dios. ¿Con qué frecuencia te aferras como María a Dios?
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