Parte 3:
La Fe desde los ojos de María
Día 9: María al pie de la Cruz
Juan 19, 25-27: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y
la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús,
viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre:
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y
desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.”
Nos encontramos pues en este
último día de reflexión en el que ahora veremos a María al pie de la Cruz; si
bien es cierto que en el final de nuestra reflexión pareciera algo
paradójico reflexionar sobre esto hasta el final; sin embargo el camino muchas
veces se puede tornar escabroso o difícil como ya lo hablábamos hace un par de
días; y quizás este sea el momento en el que mejor podríamos reflexionar sobre
la fe profunda de María.
Como seres humanos se nos prepara
para concebir la muerte como un paso doloroso y casi imposible de superar, y
quizás sea cierto que es algo doloroso pero ante los ojos de Dios; no hay dolor
que no pueda ser sanado por su amor y su incalculable bondad. Nuevamente
pongámonos en el lugar de María, que duerme tranquilamente cuando muy temprano
de mañana le llamen a la puerta de la casa para decirle: ¡sabes apresaron a tu
Hijo y lo van a crucificar! ¿Acaso ella sabía cuál iba a ser el día de la
muerte de su Hijo? Imagínense si de casualidad María hubiese tenido planes de
compartir con Jesús aquel día, y que sin previo aviso ya en ese día su Hijo
abría de morir.
La Fe de María, va mucho más
halla pues esta Mujer; ante el enfrentarse con la muerte de su querido Hijo no
juzga a Dios por sus disposiciones sino que acepta aquel momento como un paso
de salvación no sólo para ella sino para la humanidad entera. Una fe que desde
el momento de la concepción del niño le animaba a ir tras ese amor por el Dios
Creador; amor por un Dios que se prepara y prepara este mundo para colmarlo de
su amor y abnegación total, al punto de entregar a su Hijo a la muerte para
salvarnos. María propone para cada uno de nosotros un modelo a seguir, pero a
seguir desde el silencio y el desprendimiento de nuestras condiciones humanas;
no para aspirar a ser divinidades sino para poder sentir el dolor de quienes
sufren, para poder vivir el dolor de quienes lloran, para poder respirar la
soledad de aquellos que hoy nadie recuerda.
En María, la Fe de nuestra
Iglesia tiene un consuelo y anhelo, ella no se quedó con el simple hecho de ser la Madre del Salvador,
sino que a partir de esto se reconoció como una esclava o servidora a causa de
Cristo. Nuestra iglesia es y será servidora de la humanidad, al igual que
María. Ahora el reto sería: Tú que también eres Iglesia, ¿Qué logras ver en la
Fe de María? Hoy Cierra tus ojos y da gracias por ser quien eres, pero da
gracias también porque Justo antes de morir, Cristo, sabiendo la calidad de
madre que tenía te la dejo a ti y a mí para que de ella aprendiéramos a creer
en Dios.
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